El 2 de abril, aniversario del nacimiento de Hans Christian Andersen, se celebra el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil.
Desde este Club, os animamos a que ese día impartáis lecturas y regaléis algún libro a vuestros menores.
Eliacer Cansino y Noemí Villamuza han sido los ganadores del concurso que convocó la OEPLI (Organización Española Para el Libro Infantil y juvenil) para elegir el mensaje y el cartel del Día del Libro Infantil y Juvenil para el año 2010. El lema, “Un libro te espera, búscalo…”. A través del mensaje de Eliacer Cansino que comienza con la canción de “Había una vez un barquito chiquitito, que no sabía, que no podía navegar”, nos cuenta como siendo niño descubrió la lectura y a lo que le llevo. Así que, ¿a qué estás esperando para encontrar el tuyo?.
"Se aprende a jugar antes que a leer. Y a cantar. Los niños de mi tierra entonábamos esta canción cuando aún ninguno sabíamos leer. Nos juntábamos en corro en la calle y, disputándonos las voces con los grillos del verano, cantábamos una y otra vez la impotencia del barquito que no sabía navegar.
A veces fabricábamos barquitos de papel y los poníamos en los charcos y los barquitos se hundían sin conseguir alcanzar ninguna costa.
Yo también era un barco pequeño fondeado en las calles de mi barrio. Pasaba las tardes en una azotea mirando ocultarse el sol por el poniente, y barruntaba a lo lejos –no sabía aún si a lo lejos del espacio o a lo lejos del corazón– un mundo maravilloso que se extendía más allá de donde alcanzaba mi vista.
Detrás de unas cajas, en un armario de mi casa, también había un libro chiquito que no podía navegar porque nadie lo leía. Cuántas veces pasé por su vera sin darme cuenta de su existencia. El barco de papel, atascado en el barro; el libro solitario, oculto en el estante tras las cajas de cartón.
Un día, mi mano, buscando algo, tocó el lomo del libro. Si yo fuese libro lo contaría así: “Un día la mano de un niño rozó mi cubierta y yo sentí que desplegaba mis velas y comenzaba a navegar.”
¡Qué sorpresa cuando por fín mis ojos tuvieron enfrente aquel objeto! Era un pequeño libro de pastas rojas y fíligranas doradas. Lo abrí expectante como quien encuentra un cofre y ansía saber su contenido. Y no fue para menos. Nada más empezar a leer comprendí que la aventura estaba servida: la valentía del protagonista, los personajes bondadosos, los malvados, las ilustraciones con frases a pie de página que miraba una y otra vez, el peligro, las sorpresas…, todo, me transportó a un mundo apasionante y desconocido.
De esa manera descubrí que más allá de mi casa había un río, y que tras el río había un mar y que en el mar, esperando zarpar, había un barco. El primero al que subí se llamaba La Hispaniola, pero lo mismo hubiese dado que se llamase Nautilus, Rocinante, la nave de Simbad, la barcaza de Huckelberry…; todos ellos, por más que pase el tiempo, estarán siempre a la espera de que los ojos de un niño desplieguen sus velas y lo hagan zarpar.
Así que…no esperes más, alarga tu mano, toma un libro, ábrelo, lee: descubrirás, igual que en la canción de mi infancia, que no hay barco, por pequeño que sea, que en poco tiempo no aprenda a navegar".
Eliacer Cansino
A veces fabricábamos barquitos de papel y los poníamos en los charcos y los barquitos se hundían sin conseguir alcanzar ninguna costa.
Yo también era un barco pequeño fondeado en las calles de mi barrio. Pasaba las tardes en una azotea mirando ocultarse el sol por el poniente, y barruntaba a lo lejos –no sabía aún si a lo lejos del espacio o a lo lejos del corazón– un mundo maravilloso que se extendía más allá de donde alcanzaba mi vista.
Detrás de unas cajas, en un armario de mi casa, también había un libro chiquito que no podía navegar porque nadie lo leía. Cuántas veces pasé por su vera sin darme cuenta de su existencia. El barco de papel, atascado en el barro; el libro solitario, oculto en el estante tras las cajas de cartón.
Un día, mi mano, buscando algo, tocó el lomo del libro. Si yo fuese libro lo contaría así: “Un día la mano de un niño rozó mi cubierta y yo sentí que desplegaba mis velas y comenzaba a navegar.”
¡Qué sorpresa cuando por fín mis ojos tuvieron enfrente aquel objeto! Era un pequeño libro de pastas rojas y fíligranas doradas. Lo abrí expectante como quien encuentra un cofre y ansía saber su contenido. Y no fue para menos. Nada más empezar a leer comprendí que la aventura estaba servida: la valentía del protagonista, los personajes bondadosos, los malvados, las ilustraciones con frases a pie de página que miraba una y otra vez, el peligro, las sorpresas…, todo, me transportó a un mundo apasionante y desconocido.
De esa manera descubrí que más allá de mi casa había un río, y que tras el río había un mar y que en el mar, esperando zarpar, había un barco. El primero al que subí se llamaba La Hispaniola, pero lo mismo hubiese dado que se llamase Nautilus, Rocinante, la nave de Simbad, la barcaza de Huckelberry…; todos ellos, por más que pase el tiempo, estarán siempre a la espera de que los ojos de un niño desplieguen sus velas y lo hagan zarpar.
Así que…no esperes más, alarga tu mano, toma un libro, ábrelo, lee: descubrirás, igual que en la canción de mi infancia, que no hay barco, por pequeño que sea, que en poco tiempo no aprenda a navegar".
Eliacer Cansino
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